Historia

En la década de 1950 existió en el campus universitario una central de apuntes, dedicada a la venta de documentos mimeografiados a estudiantes y profesores. En el lugar existía también un pequeño laboratorio de fotografía, al cual llegó Julio Astudillo contratado por rectoría para encargarse de las relaciones públicas de la institución. Astudillo, fotógrafo y egresado de la Escuela de Artes y Oficios, comienza la formación de un equipo con el propósito de extender el área, e invita a dos estudiantes de Pedagogía en Publicidad de la UTE a formar parte de él. Felipe Aibar y Omar Rojas –que en forma paralela formaron el Fotocineclub, grupo de estudiantes aficionados a la fotografía– comenzaron a trabajar junto a Julio Astudillo, principalmente en el laboratorio de revelado. A ellos se sumó Elías Greibe, estudiante de arquitectura, quien también comienza a trabajar como alumno en práctica.

Entre 1958 y 1959, la central de apuntes junto al laboratorio de fotografía, se transformó en la sección Fotografía e Imprenta, pese a que no existían máquinas impresoras que sostuvieran esa categoría. Recién en 1962 Julio Astudillo solicita la compra de maquinaria industrial para imprimir una mayor cantidad de material, como también de más instrumentos y herramientas. Con esto, se incorporaron al taller una máquina fotográfica, una copiadora de planchas, una prensa, una guillotina, una encuadernadora y papel. Asimismo, fue adquirida una máquina de impresión Offset, que permitió ampliar y aumentar las tareas de la sección.

En sus inicios, Fotografía e Imprenta se dedicó principalmente a la “gestión de exposiciones, murales fotográficos y apoyo a actividades de difusión dentro de la UTE” (Torres, 137). En la misma época, murió Felipe Aibar quien fue reemplazado por Mario Navarro, egresado de Pedagogía en Publicidad, Dibujo y Audiovisual que se integró como diseñador gráfico. Además, la sección se trasladó a un edificio fuera del campus universitario ubicado en la calle Fanor Velasco, en el centro de la ciudad, con el objetivo de tener más espacio para realizar las tareas que iban aumentando y poder instalar las maquinarias adquiridas anteriormente y nuevas máquinas, como dos prensas a color llegadas de Francia y una dobladora de papel.

Con la llegada de Enrique Kirberg a la rectoría de la universidad, comenzaron a implantarse importantes cambios en la unidad. El rector pidió la renuncia de Astudillo y ofreció el cargo a Mario Navarro, quien también contaba con el apoyo de Yerko Moretic, encargado del Área de Extensión. Sin embargo, Navarro consideró que era Omar Rojas, jefe de operaciones de Fotografía e Imprenta UTE, la persona indicada para el cargo, fundamentalmente por su conocimiento técnico y su experiencia en el área. Así, en 1968, con nuevo director nació el Taller Gráfico; sus funciones se habían ampliado más allá de las tareas fotográficas, aumentó su personal, al integrarse los estudiantes de publicidad Pablo Carvajal, Enrique Muñoz y Ricardo Ubilla, y comenzó a ser reconocido como una imprenta de nivel industrial por la utilización de modernas máquinas de impresión tecnología offset.

Según señaló Mario Navarro, la unidad de Taller Gráfico

“cumplió un rol significativo durante los mandatos del rector Kirberg, pues en ella se diseñó e imprimó el material de difusión para las actividades de extensión docente, de extensión artística y de comunicaciones; los impresos de orden académico y de investigación; los requerimientos del Convenio CUT-UTE y de la FEUT; las publicaciones y libros de la Editorial UTE; los formularios y otros documentos de tipo administrativo, en fin, todo el material impreso que la institución, a nivel nacional, necesitaba para comunicar y apoyar el proceso de reforma universitaria” (Navarro, 222).

La época de reforma universitaria significó un gran impulso para las funciones del Taller Gráfico. Con más de 30 funcionarios especializados en artes gráficas, como diseñadores, ilustradores, fotógrafos e técnicos en artes gráficas, la unidad pasó a formar parte de la Secretaría Nacional de Extensión y Comunicaciones, creada en 1971 con el nuevo estatuto orgánico de la universidad. La nueva estructura administrativa tuvo como objetivo

“correlacionar y desarrollar la extensión universitaria posibilitando que ella sea un canal de comunicación entre el quehacer académico y de la investigación con la comunidad. Propender a que su acción ayude en la formación de una cultura verdaderamente nacional y popular, incorporando activamente al pueblo a la literatura, el arte y a los medios de comunicación de masas; contribuir a crear una conciencia crítica que ayude en la construcción de una sociedad nueva” (Kirberg, 74).

Mario Navarro fue nombrado secretario nacional de Extensión y Comunicaciones, al mismo tiempo que se desempeñó como director del Departamento de Comunicaciones, del cual dependían el Periódico Presencia UTE, Prensa y Fotografía, Taller Vía Pública, Taller Publicidad, Relaciones Públicas, Dirección Nacional de Radio UTE, el Departamento de Cine y TV, la Editorial y el Taller Gráfico. Este departamento fue creado con el propósito de “dar soluciones de comunicación, de muy diferente índole, en el ámbito de la investigación, la docencia y la extensión, labor que debía cumplir por petición expresa de las secretarías nacionales, las facultades de Santiago, las sedes regionales, los institutos tecnológicos y por las autoridades y organismos superiores de la Universidad” (Navarro, 200).

En específico, el Taller Gráfico tuvo la tarea de comunicar sobre los logros de la reforma universitaria a través de distintos soportes, tanto dentro como fuera de la UTE.  Como unidad del Departamento de Comunicaciones, fue concebida como un “espacio creativo e imprenta de nivel industrial que diseñó e imprimió todo el soporte gráfico de difusión en relación a las actividades de extensión que realizó la UTE a nivel país, ya que se necesitaba comunicar y apoyar sobre el proceso reformista” (Navarro, 200).

El diseño de los impresos creados por el Taller Gráfico se caracterizó por recoger la estética del cartel político chileno y las tendencias del diseño moderno de las décadas de 1960 y 1970, adecuándolos a un lenguaje visual que fuera comprendido por la comunidad universitaria, a los recursos disponibles y a la visión social de la institución. En cuanto a las técnicas, “se advierten en los diseños UTE, los aportes del grabado, la serigrafía y la gráfica cubana; la utilización de intensos colores planos e imágenes en alto contraste; la aplicación de las técnicas del collage y fotomontaje; el uso de tipografías de trazo uniforme y la experimentación con formatos innovadores, en diferentes tipos de papel y con variantes técnicas de la fotomecánica e impresión” (Navarro, 230). La producción del taller estaba basada en dos etapas; la primera consistía en acoger el requerimiento de quien solicitaba exponer una idea de forma gráfica, para decidir el concepto a través del cual se transmitiría la información. En un segundo momento, se creaba, producía y gestionaban los “mensajes, piezas y campañas por medio de los más diversos canales y soportes como: libros y revistas; audiovisuales, sonoros, periodísticos, fotográficos, publicitarios, entre otros” (Torres, 122).

Los trabajos del Taller Gráfico tuvieron una identidad propia y reconocible, y estuvieron presente en la mayoría de las actividades de la universidad en los tiempos de la reforma. Sin embargo, con el golpe de Estado detuvo por un tiempo la producción del Taller Gráfico. Sus dependencias fueron allanadas por militares, que destruyeron equipos, maquinaria, imágenes, materiales y trabajos impresos. Luego de la intervención de la universidad, la unidad siguió en funcionamiento hasta comienzos de la década de 1980, cuando fue desmantelado de sus equipos, laboratorios y profesionales.