Historia

El origen de los trabajos voluntarios se remonta al invierno del año 1960 cuando un grupo de jóvenes, junto a la Federación de Estudiantes encabezada por Leonardo Fonseca, se dirigieron al sur de Chile con el objetivo de ayudar a la población afectada por el sismo ocurrido en la zona. Se construyó en la ciudad de Los Ángeles una población completa con el nombre de FEUT, y más tarde, en la provincia de Valdivia durante las vacaciones de verano, se entregaron escuelas a la comunidad.

Desde aquellas experiencias, los estudiantes continuaron realizando diversas ayudas, principalmente durante el verano, pero fue en 1966, con Alejandro Yáñez como Presidente de la FEUT, que esta labor se convirtió en una tarea formadora para los estudiantes de la UTE.  Durante enero y febrero de ese año en la provincia de Malloco, se realizaron los trabajos voluntarios de verano, donde aproximadamente 250 estudiantes construyeron siete campamentos en las localidades de Chacaico, Traulemu, Manzanares, Santa Julia, Queuque y Tolpán. El testimonio de Alejandro Yáñez, nos informa sobre la visión que los estudiantes tuvieron de los trabajos voluntarios:

“(Cuando Gaceta Universitaria le preguntó cuál era la razón fundamental que los motivó para continuar esta labor que habían iniciado los alumnos en 1960 nos contestó) fundamentalmente un hecho que si bien es cierto, no es nuevo, está estos últimos años haciéndose presente más en el país, y es la decisión de la juventud de participar en forma activa en todos los procesos nacionales, mostrando a través de esta participación todo lo rico y constructivo que tiene en sí mismo la juventud” (Gaceta Universitaria, n° 2 1985, p.2).

La historia de los trabajos voluntarios está muy relacionada con el origen y desarrollo de la reforma universitaria iniciada en la UTE el año 1961. Este proceso a nivel nacional cuestionó profundamente toda la estructura autocrática y el carácter elitista que mantenían los espacios de educación superior en nuestro país, desarrolló profundas transformaciones en los planteles de estudio, y en el caso de la UTE fue un período donde se vivieron amplios procesos de participación, democratización y modernización. Desde 1968, la UTE comenzó oficialmente su proceso reformista, poniendo énfasis en la participación estudiantil, y con ello los trabajos voluntarios se potenciaron como parte de la formación integral de los jóvenes. Al respecto, el plantel destacó  que “la misión universitaria va más allá de la formación de profesionales idóneos para ponerlos al servicio de la colectividad. La universidad es el reflejo de esa comunidad y todo su ímpetu, su esfuerzo, su dedicación están dirigidos a servir los intereses de una sociedad que evoluciona día a día” (Gaceta Universitaria, n° 2 1985, p. 3).

El movimiento por la reforma universitaria abarcó todas las formas de manifestaciones sociales, políticas y culturales de la generación de los años sesenta. La solidaridad, la libertad y el combate contra las desigualdades sociales, fueron los pilares de la transformación de los jóvenes en un  grupo social partícipe de los cambios. Los trabajos voluntarios congregaron y materializaron estos valores, convirtiéndose en un impulso y compromiso con las transformaciones que experimentaba el país. Los jóvenes trabajaron con ahínco y colectivamente en diversos espacios, como en las minas de cobre y carbón, en industrias y en el campo.

“La participación de los estudiantes en las tareas nacionales a través de los trabajos voluntarios permitió vincular a la juventud con los problemas comunitarios, con la producción y con los trabajadores, y les desarrolló a la vez, un nuevo sentido del patriotismo, de la entrega desinteresada a una tarea común, destruyendo los principios de una mente utilitaria que había sido hasta entonces la motivación fundamental de su formación educacional y de los criterios de selección de carreras” (Kirberg, 1981, p. 178).

Esta experiencia permitió que los estudiantes –como futuros profesionales– y los obreros, tuviesen una relación de igual a igual mejorando la manera de abordar las problemáticas de cada espacio productivo. En este aspecto, el rector Enrique Kirberg destacó en su texto Los nuevos Profesionales que “este trabajo en común favorecía, como es de esperar, a los obreros que se instruían en cuanto a su labor y podían asimilar con naturalidad otras expresiones culturales a través de cursos que se efectuaban después de las horas de actividad productiva” (Kirberg, 1981, p. 178). Esta actividad fue una herramienta para crear conciencia social y cambiar la percepción en los jóvenes respecto a lo que significaba un trabajo colectivo y sin remuneración. Con ello se pretendió modificar la visión consumista y utilitaria que la sociedad y los jóvenes tenían, además de conseguir que más jóvenes profesionales se quedaran en su país poniendo a disposición sus conocimientos y no salieran motivados siempre por los altos sueldos que ofrecían los países extranjeros, sobre todo Estados Unidos.

Durante el gobierno de Salvador Allende Gossens, la UTE y especialmente sus estudiantes, se comprometieron con el programa de gobierno de la Unidad Popular. Desde la FEUT manifestaron su apoyo a través del documento El compromiso de los estudiantes con el pueblo, expuesto por su presidente Alberto Ríos en el acto de inauguración del año académico de 1971:

“Los estudiantes de la Universidad Técnica del Estado, conscientes de su responsabilidad y su papel en esta hora presente, reafirman ante el pueblo su irrenunciable compromiso por Chile y su futuro. Prometemos: Defender las conquistas logradas por los trabajadores que representan el sentir mayoritario del pueblo chileno (…) Cumplir con la primera y más importante tarea: estudiar más para ser mejores profesionales en el futuro (…) Desarrollar el trabajo voluntario como una tarea que eduque a los estudiantes en el esfuerzo y en su responsabilidad frente al pueblo (…) Llevar la cultura y el deporte a todo el país (…) Forjar en el seno de la Universidad Técnica un hombre integral con una nueva actitud moral ante la vida” (Kirberg, 1981, p. 178).

Con el objetivo de continuar reforzando la importancia del trabajo comunitario, se estableció el 16 en mayo de 1971 como el “Día Nacional del Trabajo Voluntario”. Ese mismo año, 500 estudiantes de ingeniería trabajaron en distintos minerales del cobre y del salitre aportando concretamente en el ahorro productivo del país: El Teniente, Caletones, El Salvador y Potrerillos para el cobre, las oficinas de Pedro de Valdivia, María Elena, Coya Sur, Vergara y Unidad Popular para el salitre.

“Un monumento que simboliza al estudiante voluntario donará la Corporación del Cobre a la Universidad Técnica del Estado. Esta donación es la forma como CODELCO retribuirá los trabajos voluntarios que realizaron los alumnos de la UTE en los diferentes centros mineros del país las pasadas vacaciones de verano. Lograron un ahorro de 3 millones de dólares” (Unitécnica, n° 15, 1972).

Esto fue parte de un importante aspecto desarrollado mediante los trabajos voluntarios, vinculado con el plan de gobierno de la Unidad Popular. Las “Brigadas de la Producción”, cuya organización estuvo a cargo de la FEUT bajo el lema “A ganar la batalla de la producción”, fueron la forma en que los estudiantes se involucraron con los procesos productivos de las empresas estratégicas estatizadas. En la prensa universitaria se hizo referencia a este enorme esfuerzo, mencionando que

“las brigadas de producción pertenecen a una de las expresiones del compromiso adquirido de la UTE con el pueblo de Chile a principios del año académico. Los trabajos voluntarios conciernen a estudiantes, profesores y  personal técnico colaborando a través de la investigación y aplicación de sus conocimientos técnicos  y científicos en el aumento de la  producción en el cobre y en el salitre”. (Unitécnica, n° 11, 1971)

Junto a ellos, viajaron a terreno los conjuntos artísticos de la universidad, dependientes de la Secretaría Nacional de Extensión y Comunicaciones; Quilapayún, Inti Illimani, Víctor Jara, el Coro Universitario, el Teatro Teknos y otros, participaron de los trabajos voluntarios. Este despliegue implicó que esta actividad dejara de ser esporádica, casual y de carácter paternalista, para convertirse en un profundo compromiso con las transformaciones sociales del país. Asimismo, fueron una herramienta de formación pedagógica para los estudiantes, como también un apoyo importante en la producción, sobre todo minera, durante los años de la Unidad Popular: “En todos los minerales trabajados se firmaron convenios entre la Empresa, los sindicatos y la FEUT, en la cual nos comprometimos a realizar trabajos voluntarios en todas nuestras vacaciones de invierno y verano” (Unitécnica, n° 11, 1971).

Si bien los trabajos voluntarios anteceden al período de la Unidad Popular, es en esta etapa en que adquieren una dimensión social y una perspectiva de herramienta valórica mucho más clara. Les permitió a los alumnos formarse como profesionales conscientes de la realidad social y económica del país, fortaleciendo su participación como actor político y social.

Existe escasa información acerca de las actividades juveniles dentro de la universidad, y en específico sobre los trabajos voluntarios, luego del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Fue la Secretaría Nacional de la Juventud la institución a cargo de definir y coordinar las principales orientaciones políticas en este tema. Uno de sus objetivos estuvo en legitimar la dictadura militar: “Desde su inicio, la dictadura asigna un rol protagónico a la juventud, para capitalizar su adhesión activa y construir una base social de apoyo juvenil a la dictadura. En este sentido, la sitúa en una posición institucional nunca antes alcanzada al interior del Estado, creando el 28 de octubre de 1973 la Secretaría Nacional de la Juventud” (González, 2015, p.91).

De este modo, el enfoque de los trabajos universitarios estuvo centrado en servir a diversas comunidades en diferentes circunstancias, por ejemplo a damnificados por eventos telúricos –como la campaña en 1975 para auxiliar a víctimas del sismo en la cuarta región– o participando en actividades relacionadas a temáticas ecológicas, por ejemplo, la ayuda de grupos juveniles en la reforestación de la región del Biobío coordinada por la Secretaría Nacional de la Juventud. Estas actividades tuvieron una perspectiva de orden asistencialista principalmente, a diferencia de los trabajos voluntarios realizados en la época previa al golpe de Estado, en los cuales primó el compromiso e involucramiento sociopolítico de los estudiantes. El nuevo énfasis a la misión social de la juventud se reflejó en las palabras de Julio Ponce Lerou, director ejecutivo de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), quien después de la participación de los estudiantes en “La Semana del Árbol”, los destacó por su

“empeño, sacrificio y desinterés. La hemos visto en momentos difíciles para nuestra Patria, dando un ejemplo a los mayores. En tiempos de paz ha luchado por el futuro de Chile. Así la vimos en Concepción, en labores forestales, con ese simbólico árbol número un millón (…) Creo que la Secretaría Nacional de la Juventud ha sabido llegar al joven ofreciéndole canales donde pueda desarrollar sus naturales inquietudes de servicio público” (Boletín Informativo de la Secretaría Nacional de la Juventud, 1975).

Durante este período la participación de los jóvenes estuvo asociada a otras instituciones; ya no fueron los protagonistas ni organizadores de trabajos voluntarios masivos, sino que se limitaron a apoyar campañas de otros organismos. Así, participaron en actividades realizadas, por ejemplo, en una casa de reposo para ancianos en Chillán o en la donación de libros a una biblioteca y de alimentos no perecibles en Yungay mediante el Departamento Provincial, por ejemplo.

Sobre la década de 1980 no se conoce material asociado a la existencia de trabajos voluntarios de carácter masivo liderados por la FEUT. La información disponible está referida a la cooperación de los jóvenes en instituciones relacionadas a la asistencia social, como fue mencionado.